Nuestro querido restaurante abre en 1959 por D. Diego Mena Llorca y María Cuesta Llidó, junto con sus hijos Diego Mena Cuesta (alma mater), María y Vicenta. Por aquel entonces era una barraca hecha de cañizos. En 1960 ya tenía una parte cubierta y el resto seguía siendo de cañas. A diferentes alturas, según nos iba dejando el acantilado.

En nuestros primeros años, preparábamos nuestras paellas al aire libre… Imaginaos lo complicado que era cocinar con leña al aire libre, pues ya saben el viento que sopla por aquí.

Diego Mena Cuesta junto con su esposa Josefa Larrosa Navarro crearon la tercera generación que está a su servicio y entrega, Diego, María, Mónica y Natividad.

Nuestro barco, así como solemos llamarle, está situado en pleno acantilado, al final de Les Rotes. Cada día zarpamos con nuevos clientes y amigos a los que nos gusta hacer sentir como en casa… Pues como decía el fundador, sin duda donde mejor se come es en su casa y después en esta.

Compartir una comida en el Mena es mucho más que disfrutar de nuestros platos… Es hacer familia, es sentir las raíces mediterráneas, es presumir de lo que somos. ¡Nos encanta hacerte sentir como en casa y que acabes formando parte de esta familia!

Nuestro objetivo es hacerte disfrutar al máximo para que cuando vuelvas a tierra ya estés deseando de nuevo volver a zarpar con nosotros.

Nuestro barco está situado en un lugar único, Les Rotes. Se trata de la zona de costa del sur de Dénia, que va transformándose poco a poco desde la arena de la Marineta Cassiana hasta los acantilados. En medio, calas de roca que forman pequeñas bahías, remansos de agua cristalina llenos de vida, como la Punta Negra. Les Rotes es una de las zonas más bellas de Dénia, que ha recibido visitantes desde hace décadas. Reserva marina, y lugar donde se avistan cetáceos y muchísimas especies de aves. 

Al final de Les Rotes, donde el Montgó desciende y se encuentra con el mar, se encuentra nuestro restaurante. Al lado de la cala de Les Arenetes, y con el Cabo de San Antonio al fondo. La Torre del Gerro nos vigila desde lo alto, igual que hacía con los piratas en el siglo XVI. El inmenso mar ante nosotros, y también, en nuestro plato.